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La Palestina otomana vivió durante casi cuatro siglos bajo el dominio del Imperio Otomano. Entre 1516 y 1917, con una breve interrupción de dominio egipcio en la década de 1830, el territorio fue testigo de largos periodos de estabilidad relativa, prosperidad agrícola y una compleja convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos.
Palestina entró bajo el dominio otomano tras las campañas contra los mamelucos en 1516–1517 y continuó así hasta la Primera Guerra Mundial. A lo largo de este periodo, los sultanes otomanos mostraron un interés especial por la región, en particular por Jerusalén, vinculando su defensa con el prestigio del califato.

Palestina Otomana
400 años de historia, prosperidad relativa y armonía bajo la administración del Imperio Otomano.
Línea de Tiempo Histórica
La Conquista
Palestina entra bajo el dominio otomano tras la Batalla de Marj Dabiq y la derrota de los mamelucos bajo el sultán Selim I.
Era de Prosperidad
Suleiman el Magnífico reconstruye los muros de Al-Aqsa, restaura la Cúpula de la Roca y la tumba de David.
Ley de Tierras
Se emite la ley para otorgar títulos de propiedad a los habitantes, organizando la agricultura y la posesión.
Jerusalén Autónoma
Por orden de Abdul Hamid II, Jerusalén se transforma en una gobernación directamente afiliada al centro del Imperio.
El Fin
Ocupación por fuerzas aliadas lideradas por el Mariscal Allenby durante la Primera Guerra Mundial.
Demografía y Armonía
Bajo el sistema «Millet», el Imperio Otomano garantizó la libertad de culto y la autonomía legal para las diversas comunidades religiosas.
Censo de 1880
Mayoría sunita, con presencia drusa y chiita.
Principalmente en ciudades, dedicados al comercio.
La Garantía de Umar
-
1
El Sultán Selim I renovó los derechos de los cristianos para mantener iglesias y monasterios.
-
2
Intervención otomana para resolver disputas entre católicos, ortodoxos, armenios y coptos.
-
3
Reconocimiento y apoyo a la comunidad judía (restauración de sinagogas) hasta el surgimiento del sionismo político.
Mapa Administrativo Interactivo
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*Representación esquemática de las divisiones administrativas
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Lista de Regiones
El Ocaso y el Sionismo
La Resistencia de Abdul Hamid II
El Sultán vio el peligro del movimiento sionista y tomó medidas drásticas para preservar la demografía palestina:
- Rechazó ofertas millonarias de oro por tierras.
- Prohibió la compra de tierras por extranjeros.
- Impuso visas y permisos temporales para peregrinos.
1917: El Cambio de Régimen
Con la derrota en la Primera Guerra Mundial y la entrada del General Allenby en Jerusalén, terminó el gobierno otomano y comenzó el Mandato Británico.
Contraste Histórico
Acerca de la Palestina otomana
Palestina, bajo dominio otomano durante casi 400 años, conoció uno de sus periodos más largos de continuidad política. La administración imperial concedió una importancia especial a la región, que incluía Jerusalén, considerada la tercera ciudad santa del islam después de La Meca y Medina, y también un centro de referencia para las comunidades cristianas y judías.
El Imperio Otomano aplicó un sistema que, en líneas generales, garantizaba la práctica religiosa de las distintas comunidades en los lugares sagrados. Las autoridades procuraban no interferir en exceso en los asuntos internos de las diferentes iglesias y comunidades religiosas, salvo cuando los conflictos amenazaban el orden público.
Mediante instrumentos administrativos, militares y económicos, el Estado intentó preservar la paz y la seguridad en Palestina, aunque, como en el resto del Imperio, hubo también momentos de tensión, reformas profundas y presiones externas de las potencias europeas.
La conquista otomana de Palestina
Palestina entró bajo el dominio del Imperio Otomano después de la Batalla de Marj Dabiq en 1516, durante el reinado del sultán Selim I, que culminó con la derrota del sultanato mameluco y la incorporación de Siria y Palestina al imperio.
El sultán Suleimán el Magnífico consolidó posteriormente el control otomano sobre la región. Entre las primeras medidas tras la conquista de Palestina destacaron:
- La reconstrucción de los muros y estructuras del recinto de la mezquita de Al-Aqsa para proteger los lugares sagrados islámicos.
- La renovación y restauración de la Cúpula de la Roca.
- La restauración de la tumba de David y otros lugares asociados a tradiciones judías y cristianas.
El estatus de Palestina en la era otomana
División administrativa
Durante el periodo otomano, el territorio de Palestina se dividió en varios sanjaks (distritos), entre ellos:
- Sanjak de Al-Quds al-Sharif (Jerusalén)
- Distrito de Beersheba
- Sanjak de Gaza
- Distrito de Hebrón
- Sanjak de Nablus
- Distrito de Jaffa
- Distrito de Nazaret
La división administrativa cambió a lo largo de los siglos. En términos generales, el norte de Palestina se vinculaba al gobernador de Beirut, mientras que el sur quedaba bajo la autoridad del gobernador de Jerusalén.
En 1887, por orden del sultán Abdul Hamid II, que percibía el creciente interés de las grandes potencias por la región, Jerusalén se transformó en una mutasarrifía (gobernación especial) directamente dependiente del centro del Imperio Otomano. Esta reorganización reforzaba el control directo sobre una ciudad clave, como se analiza con más detalle en el estudio sobre Jerusalén otomana.

Los mapas muestran los límites de la mutasarrifía de Jerusalén y su relación con la Provincia de Levante, el mutasarrifato de Beirut y el sanjak de Siria.

Demografía y economía de la Palestina otomana
Las investigaciones demográficas más recientes, como las presentadas en 2025 por el historiador Jacob Norris, estiman que la población de Palestina hacia 1908 rondaba los 650 000 habitantes, con una clara mayoría musulmana y minorías cristianas y judías significativas.
Los censos otomanos disponibles confirman este predominio demográfico. El censo de 1878 para los distritos de Jerusalén, Nablus y Acre registró aproximadamente 403 795 musulmanes, 43 659 cristianos y 15 011 judíos. Un censo de 1893 contabilizó unos 371 959 musulmanes y 42 689 cristianos en la misma área, mientras que estimaciones de 1890 hablan de unos 489 200 árabes (musulmanes y cristianos) y 42 900 judíos. Aunque los datos no son completamente precisos, la tendencia general es clara: la mayoría era árabe musulmana, seguida de una importante minoría cristiana y una minoría judía en crecimiento.
La economía de Palestina en la era otomana dependía sobre todo de la agricultura. Grandes extensiones de tierras del Estado (miri) se entregaban a campesinos para su explotación, a cambio de impuestos y obligaciones de servicio. El comercio urbano y las rutas de peregrinación también aportaban ingresos fundamentales a ciudades como Jerusalén, Jaffa, Gaza o Hebrón.
Un hito clave fue la Ley de Tierras de 1858, que introdujo el registro sistemático de la propiedad. Esta ley permitió a los habitantes de la Palestina otomana obtener títulos formales sobre sus tierras, definiendo la titularidad individual o colectiva y facilitando, al mismo tiempo, la fiscalidad imperial.
Los cristianos y los judíos residentes en Palestina se concentraban sobre todo en los núcleos urbanos y se dedicaban principalmente al comercio, los servicios religiosos, la artesanía y el hospedaje de peregrinos.

Minorías religiosas y sistema Millet
A mediados del siglo XIX, bajo dominio otomano, convivían en Palestina musulmanes, cristianos y judíos. Estudios de 2024 estiman que los cristianos representaban entre un 10 % y un 20 % de la población de la región, y que hacia 1867 alrededor del 90 % de ellos eran ortodoxos, con comunidades católicas, armenias y coptas más pequeñas. La comunidad judía, todavía reducida, estaba formada en buena parte por súbditos europeos que residían en la región por motivos religiosos y caritativos, sin un proyecto político organizado.
Los otomanos aplicaron el sistema de Millet, que otorgaba un estatus legal reconocido a las principales comunidades religiosas, con autonomía en asuntos personales como matrimonio, herencia y educación confesional. Este sistema permitió que los distintos grupos gestionaran sus instituciones, aunque también generó competencia entre iglesias y comunidades por privilegios y control de los lugares santos.
El sultán Selim I emitió, tras la conquista de Palestina, un decreto que garantizaba a los cristianos de Jerusalén el derecho a conservar sus iglesias y monasterios, y a proteger sus bienes y sus vidas, en continuidad con la llamada Garantía de Umar. A lo largo de los siglos, los sultanes y gobernadores intervinieron repetidamente para resolver disputas entre católicos, ortodoxos griegos, armenios, rusos, coptos y otras iglesias por el control de santuarios como el Santo Sepulcro.
Bajo dominio otomano, las diversas denominaciones cristianas vivieron, con altibajos, en un marco de relativa estabilidad jurídica. De manera similar, los judíos se beneficiaron del estatus de comunidad protegida, con sinagogas y tribunales propios, y en muchos periodos encontraron en el imperio un refugio frente a persecuciones en Europa.

Los documentos de archivo otomanos muestran, por ejemplo, que el Estado autorizó y facilitó la restauración y ampliación de sinagogas en Jerusalén y otras ciudades, reflejando una política oficial que, pese a las limitaciones y desigualdades propias de la época, buscaba mantener un equilibrio entre comunidades.
La armonía relativa entre los distintos grupos sociales y religiosos en Palestina se mantuvo en buena medida hasta finales del siglo XIX, cuando el auge del nacionalismo europeo, las ambiciones coloniales de las potencias y el surgimiento del movimiento sionista alteraron progresivamente el equilibrio demográfico y político en la región.
La presencia judía en la Palestina otomana
La administración otomana reconocía la presencia histórica de comunidades judías en Palestina y, en distintos momentos, permitió la inmigración de judíos perseguidos, siempre dentro de los límites establecidos por la legislación imperial.
La comunidad judía en la Palestina otomana estaba formada principalmente por judíos sefardíes, descendientes de quienes se refugiaron en el Imperio tras las expulsiones de la Península Ibérica, y por judíos asquenazíes, que llegaban en número creciente a ciudades consideradas sagradas como Jerusalén, Hebrón, Safed y Tiberíades.
Este conjunto de comunidades, conocido retrospectivamente como el Viejo Yishuv, rondaba los 25 000 judíos en la década de 1880. Una parte de los asquenazíes vivía del comercio, pero muchos dependían de donaciones de comunidades judías de Europa y del mundo islámico para sostener sus instituciones religiosas y benéficas.
A partir de 1881, tras nuevas oleadas de persecuciones en el Imperio ruso y Europa oriental, comenzó la denominada Primera Aliyá. Entre 1881 y 1903 llegaron aproximadamente entre 30 000 y 35 000 judíos, principalmente desde Rusia, que adquirieron tierras a terratenientes otomanos o árabes y fundaron asentamientos agrícolas. Una segunda oleada, la Segunda Aliyá, se desarrolló entre 1904 y 1914. Hacia 1915, la población judía total en Palestina se estimaba ya en torno a 87 500 personas.
El sultán Abdul Hamid II permitió que judíos perseguidos se establecieran en tierras otomanas en general, pero se opuso a que esa inmigración masiva se concentrara en Palestina con fines políticos.
En este contexto, el Imperio Otomano aprobó diversas medidas para limitar el impacto político de la inmigración organizada:
- Restricciones a la compra de tierras por parte de colonos judíos en Palestina.
- Permisos de residencia temporales para visitantes judíos que acudían a Jerusalén en peregrinación.
- Exigencia de visados y controles adicionales para quienes pretendían establecerse de forma permanente.

Con el tiempo, la compra de tierras por parte de organizaciones sionistas adquirió un papel central. En 1901 se creó el Fondo Nacional Judío (Keren Kayemeth LeIsrael) con el objetivo de recaudar fondos en comunidades judías de todo el mundo para adquirir propiedades rurales en la Palestina otomana. Según los estudios históricos, la compra de grandes extensiones de tierra fértil, como la de al-Fula entre 1910 y 1911, provocó protestas y movilizaciones campesinas. Para 1948, más de la mitad de las tierras adquiridas por instituciones judías en Palestina pertenecían al Fondo Nacional Judío.
Palestina otomana y el sionismo
El movimiento sionista, articulado políticamente a finales del siglo XIX y liderado por figuras como Theodor Herzl, procuró en un primer momento obtener el respaldo del Imperio Otomano para establecer un hogar nacional judío en Palestina.
Herzl realizó varias gestiones diplomáticas para entrevistarse con el sultán Abdul Hamid II y sus consejeros. Propuso que, a cambio de una carta o estatuto que autorizara la colonización judía de Palestina, el movimiento sionista contribuiría a aliviar la deuda externa del Imperio. Algunas fuentes señalan que la oferta ascendía a unos 150 millones de libras esterlinas, además de intentos simbólicos de ganarse el favor del sultán, como el regalo de una máquina de escribir adaptada al alfabeto árabe.
Abdul Hamid II, que había adoptado el panislamismo como ideología oficial para reforzar la cohesión imperial, rechazó estas ofertas y se opuso firmemente a la creación de un estado judío en Palestina. El sultán veía el proyecto sionista como un posible foco de secesión y un riesgo para el carácter islámico de Jerusalén y sus alrededores.

Tras la revolución de 1908 y la instauración de un parlamento bajo la Asociación Unión y Progreso, se abrió un intenso debate sobre el sionismo. Algunos diputados árabes, como Ruhi al-Khalidi y Said al-Husseini, denunciaron que el objetivo último del movimiento era establecer un estado judío en Palestina. En un primer momento, el nuevo gobierno relajó parte de las restricciones previas sobre la compra de tierras y la inmigración.
Sin embargo, a medida que se extendían los movimientos nacionalistas y separatistas en otras regiones del imperio, la Unión y Progreso empezó a desconfiar también del sionismo. El gobierno reintrodujo restricciones a la inmigración judía y a la adquisición de tierras en Palestina para impedir que surgiera un nuevo foco de secesión dentro de sus fronteras.
A pesar de estos esfuerzos, la inmigración sionista y la compra de tierras continuaron en las últimas décadas del dominio otomano. El gobierno central, debilitado por las guerras, las crisis financieras y las presiones externas, no consiguió frenar por completo estos procesos, que transformaron progresivamente la estructura social y agraria de la región.
El fin del dominio del Imperio Otomano en Palestina
Durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano se alió con Alemania y el bloque de las Potencias Centrales. Las potencias enemigas aprovecharon el conflicto para fomentar levantamientos de grupos no turcos y no musulmanes en distintas partes del imperio, incluidos algunos sectores del movimiento sionista, contra la autoridad de Estambul.
En el frente de Palestina, el ejército otomano fue derrotado en batallas clave como Magdhaba, Rafah y Beersheba. En 1917, fuerzas británicas procedentes de Egipto, bajo el mando del general Edmund Allenby, ocuparon el sur de Palestina y, poco después, Jerusalén.

A Allenby se le atribuye la frase de que, con la entrada de las tropas británicas en Jerusalén, las Cruzadas llegaban a su fin, subrayando el fuerte simbolismo religioso y político de la ciudad para las potencias europeas. En la práctica, la caída de Jerusalén marcó el final del dominio otomano en la ciudad y abrió una nueva etapa de conflicto e inestabilidad para el conjunto de Palestina.
Tras la guerra, el territorio quedó bajo administración británica en virtud del Mandato de Palestina otorgado por la Sociedad de Naciones. El Reino Unido implementó la Declaración Balfour de 1917, que prometía el apoyo británico al establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, sin mención equivalente a los derechos políticos de la población árabe nativa.
Con el paso del tiempo, numerosos análisis han señalado que la administración militar británica alteró de hecho el statu quo heredado del Imperio Otomano. Palestina había sido un territorio mayoritariamente árabe e integrado en un estado musulmán; bajo el Mandato, las autoridades británicas favorecieron la inmigración sionista y un nuevo marco político que sentó las bases del conflicto moderno.

En 2025, al cumplirse 108 años de la Declaración Balfour, diversos análisis y declaraciones oficiales palestinas volvieron a señalar este documento como un punto de inflexión catastrófico, al abrir el camino para el despojo y el desplazamiento de la población palestina y alimentar un conflicto que sigue vigente en la actualidad.
Documentos sobre la Palestina otomana
El Departamento de Archivos del Estado de Turquía ha publicado alrededor de 500 documentos seleccionados de los Archivos Otomanos que ilustran aspectos de la vida administrativa, sanitaria, social y religiosa en Palestina, la seguridad, el cuidado de los edificios sagrados, la presencia judía, la educación, la vida social y la protección del carácter cultural de la región.
Además de esta selección, investigaciones presentadas en 2017 y actualizadas hasta 2025 señalan la existencia de unos 170 000 documentos otomanos de registros de propiedad que confirman la titularidad palestina de tierras en Jerusalén y otras zonas. Estos archivos incluyen, entre otros, 139 documentos relacionados con decisiones del sultán Abdul Hamid II.
Un proyecto coordinado por instituciones turcas, entre ellas la Dirección para los Turcos en el Extranjero y Comunidades Relacionadas, trabaja en la digitalización y traducción de estos registros a varios idiomas. El objetivo es que puedan ser utilizados por palestinos y especialistas en foros y tribunales internacionales para documentar la continuidad histórica de la propiedad de la tierra desde la época otomana hasta la actualidad.
La conservación y estudio de estos documentos, junto con el análisis de la demografía, el sistema educativo y la administración del imperio, contribuyen a comprender mejor la compleja herencia de la Palestina otomana y su impacto en el conflicto contemporáneo, especialmente a la luz de figuras fundacionales como Osman I y del desarrollo institucional captado por la escuela otomana. También permiten ubicar la experiencia palestina dentro de la historia global del Imperio Otomano y de sus lazos entre el Imperio Otomano y los EE. UU.







